STAR TREK - JTK

Star Trek-JTK narra las aventuras de la nave de la Federación de Planetas Unidos -USS James T. Kirk-.

La acción se inicia unos tres años después de los hechos narrados en DS9.

domingo, 21 de agosto de 2016

STAR TREK - JTK IX // QUIMERA


I

Esther La Rouge despertó al oír el sonido de la alarma. Con los ojos aún cerrados, buscó con la mano el interruptor sin encontrarlo. Se dio cuenta entonces de que el sonido no era el habitual y abrió los ojos. Lo que vio la dejó estupefacta.

-¿Qué diablos ha pasado aquí?

Se encontraba en su antigua habitación, la que usaba cuando aún vivía con su familia en St. Raphael. Pero eso era imposible, cuando se acostó estaba a años luz de la Tierra.


-Computadora, apague el programa.

La orden verbal no produjo ningún resultado. Inspeccionó la habitación y eso la convenció de que no se encontraba en ninguna simulación holográfica. Nadie podía copiar con tanto detalle ese espacio que tan bien conocía. La pequeña mancha de humedad al lado de la ventana, los libros de la estantería, todos esos pequeños detalles que ningún extraño podría incluir en una simulación.
¿Qué habría pasado? Examinó el pequeño cronómetro que había encima de la mesilla de noche. La fecha era la correcta, así que no se trataba de una anomalía temporal. ¿O tal vez si? Recordaba lo que estudió al respecto en la academia. No siempre que se producía uno de esos fenómenos implicaba un desplazamiento hacia el pasado o el futuro. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando alguien golpeó la puerta.

-Esther, cariño. ¿Te has quedado dormida? Venga, despierta y baja ya a desayunar, es tarde.

-¿Mamá?

-¿Esperabas a otra persona?

La voz al otro lado de la puerta era inconfundible.

-No, claro que no. Bajo enseguida.

La Rouge se dirigió al armario y lo abrió. Ningún uniforme de la flota, solo ropas de civil, como las que llevaría cualquier mujer de su edad en la Tierra. Escogió un vestido, se lo puso y salió de la habitación. Mientras recorría el pasillo de la planta superior y descendía por las escaleras a la planta baja, observó todo a su alrededor. Vio algunos cambios, pequeñas diferencias de como ella recordaba todo. Las paredes del pasillo y de las escaleras habían cambiado de color y habían un par de fotografías nuevas en las paredes, en una de ellas aparecía ella con el resto de la familia, sus padres, su hermano, su cuñada y su sobrino. Estaban posando frente al arco del triunfo de París. No recordaba haberse tomado aquella fotografía. Estaba fechada en junio de 2384. Ella no estaba en la Tierra en ese momento. Aparte del detalle de la foto, todo eran cambios normales, dado el tiempo que había pasado fuera. Una nueva capa de pintura y un par de nuevos recuerdos para mostrar a las visitas, eso era todo.

Cuando entró en el comedor, toda la familia estaba reunida alrededor de la mesa.

-¿Qué pasa, se te han pegado las sábanas, hermanita?- dijo Pierre.

-¿Qué esta pasando aquí? ¿Quiénes son ustedes y qué pretenden hacerme?

-¿Qué clase de pregunta es esa?- intervino su madre.- ¿Qué te pasa hoy, mi niña?

Marcel La Rouge, su padre, dio un manotazo sobre la mesa.

-¡Esther!- exclamó- Déjate de bromas y siéntate a la mesa. Hoy tenemos mucho trabajo en el restaurante.

La voz, las formas de expresarse de cada uno de ellos, no había duda, eran realmente su familia. Se llevó una mano a la frente.

-Yo...yo...creo que no me encuentro muy bien esta mañana.

Su madre se acercó a ella y le puso la mano sobre la frente.

-No tienes fiebre, aunque no me extraña, nunca te pones enferma.

-Pues hoy tengo una jaqueca horrible, mamá.

-Está bien, quédate en casa y descansa querida. Podremos pasar sin ti por un día.

-¡Camille!- intervino su padre.- Hoy vienen dos de nuestros proveedores y tenemos una reserva para cuarenta comensales. Necesitamos todas las manos disponibles.

Camille La Rouge se volvió y agitó el dedo indice frente a la nariz de su esposo.

-¡Marcel La Rouge!- dijo- Tu hija no se siente bien. Así que hoy tendrás que pasar con dos manos menos.

Marcel abrió la boca para protestar, pero al ver el rostro serio de su esposa, se limitó a soltar un bufido, se levantó y se dirigió a la puerta de la casa.

-Estaré en el restaurante preparándolo todo, no tardéis demasiado- dijo antes de salir.

-Y ahora, vuelve a la cama y descansa- añadió Camille La Rouge acariciando la mejilla de su hija.

-Está bien mamá, lo haré. Gracias.

Subió de nuevo las escaleras bajo la mirada extrañada de su familia y se encerró en su habitación. Esperó unos minutos hasta que escuchó como su familia abandonaba la casa. Les observó por la ventana, escondida tras las cortinas y cuando se aseguró que no volverían se sentó frente al ordenador.

Lo primero que hizo fue buscar datos sobre ella en las páginas de información de la Flota Estelar. No encontró nada. Pidió, entonces, información sobre su curso. Allí estaban todos, toda la promoción del 56. Reconoció a todos sus compañeros de curso, pero ella no aparecía en las fotografías ni en el anuario. Nada, ni un solo archivo de la cadete Esther La Rouge.

Solo se le ocurrían dos posibilidades, o estaba siendo víctima de un engaño muy bien elaborado, aunque no podía imaginarse el motivo del mismo, o se encontraba en una realidad alternativa en la que ella nunca había ingresado en la Flota Estelar. Ninguna de las dos opciones le gustó.

Se tumbó en la cama, se relajó y empezó a pensar en su situación. ¿Qué debía hacer, cuál debía ser su primer paso? Evidentemente, averiguar en cual de las dos posibles situaciones se encontraba. Se levantó de un salto, salió a la calle y se encaminó al restaurante de la familia.

Al entrar se encontró a su madre ordenando unas botellas de vino.

-¡Esther, mi niña! ¿Qué haces aquí?

-Ya me encuentro mejor mamá. ¿En qué puedo ayudar?

-Échame una mano con estas botellas. Después ya veremos.

Cuando catorce horas más tarde regresaban a casa tras un duro día de trabajo, Esther La Rouge estaba ya totalmente convencida de que aquella gente no eran unos impostores, se trataba realmente de su familia.


II

El comandante Laurence Norn estaba en el puente, en el sillón de mando cuando el teniente Grant, el jefe de seguridad, captó algo en su pantalla.

-Señor, una nave se está desocultando frente a nosotros, es un crucero de batalla klingon, nos llaman.

Norn se puso en pie y se acercó a la pantalla principal.

-En pantalla, señor Grant.

La pantalla principal se iluminó mostrando el rostro de un oficial klingon.

-Soy el capitán Borat de la nave de batalla imperial Klothos. ¿Hablo con el comandante Norn?

-Soy Laurence Norn, comandante de la nave de la Federación James T. Kirk. ¿En qué puedo ayudarle capitán?

-No necesito su ayuda, humano. Mi nave lleva un pasajero que dice tener un mensaje urgente para usted. Quiere transportarse a su nave para entregárselo personalmente.

-¿Un mensaje para mi? ¿Quién es su pasajero?

-Dice llamarse Toral.

-No conozco a ningún Toral. Ni klingon ni de otra raza.

-¿Entonces, no quiere recibir ese mensaje?

-Deme un momento.

Norn cortó el audio y se puso en contacto con La Rouge, que se encontraba descansando. Tras una breve conversación, la capitán concedió el permiso para el transporte del mensajero.

Minutos más tarde se encontraba en la sala del transportador esperando al tal Toral. Sobre la plataforma de transporte se materializó un klingon joven, bien parecido y que vestía ropas de civil.

-Permiso para subir a bordo.

-Concedido.

El joven bajó de la plataforma y se encaro con Norn.

-¿Es usted el comandante Laurence Norn?

-Soy Laurence Norn.

Entonces el joven se llevó el puño derecho al pecho y se inclinó. Norn reconoció el saludo tradicional con el que los estudiantes de Mok'bara saludan a un maestro de esa disciplina.

-Soy Toral, hijo de Malok.

-¡Malok, mi compañero en la escuela del viejo maestro Katar! Bienvenido joven Toral. ¿Cómo está tu padre?

-Se encuentra bien, maestro. Te envía saludos. Él me encargó que te trajera este mensaje.

Sacó de entre sus ropas un rollo de un material parecido al pergamino protegido por un sello. Norn reconoció la forma en que los practicantes de Mok'bara comunican tradicionalmente las noticias importantes, lo cogió y procedió a romper el sello.

-¿Sabes cual es su contenido?

-Son malas noticias, maestro.

Eran malas noticias, en efecto. Malok le comunicaba la muerte del maestro Katar. Norn se sintió conmocionado, pero se sobrepuso y continuó leyendo. Al parecer, había entre sus alumnos dos candidatos a suceder al maestro Katar en la dirección de la escuela. Katar dejó escrito en su testamento que designaba a Norn como árbitro en dicha sucesión. Él debía examinar a los dos candidatos y decidir cual era más digno para el puesto.

Enrolló el pergamino y apoyó una mano en el hombro del muchacho.

-Ven conmigo Toral, te asignaremos una habitación para que descanses hasta que podamos hablar con la capitán.

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Varias horas más tarde, Norn y Toral estaban en el despacho de La Rouge, donde el primero le explicó el contenido del mensaje y solicitó un permiso para poder viajar a Kronos y cumplir con la última voluntad de Katar.

-Debe ser muy importante para usted cumplir con el encargo de su maestro.

-Es una cuestión de honor, capitán.

-¿Porqué cree que le designó a usted, un humano, como árbitro?

-Supongo que, precisamente porque soy humano. No conozco a ninguno de los dos candidatos, nada me une a ellos, eso me hace el más imparcial.

-De acuerdo, permiso concedido. Pero con condiciones.

Norn lanzó una mirada interrogativa a La Rouge.

-Comandante, se que este es un asunto estrictamente klingon, que estará usted en Kronos y que deberá atenerse a las leyes y costumbres klingon...pero no olvide que es usted un oficial de la Flota Estelar...No haga nada que haga arrepentirme de darle este permiso.

-Puede confiar en mi, capitán.

-Lo se. ¿Cuando parten hacia Kronos?

-En cuando esté lista la lanzadera, cosa de una hora.

-Bien. Buena suerte, a ambos.

-Gracias capitán- respondieron al unísono.

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Norn y Toral se encontraban a bordo de la lanzadera Lambda, camino de Kronos. Hacía ya dos horas que habían salido del JTK y aún les quedaban otras 27 para llegar a su destino. Norn ya había efectuado las operaciones manuales pertinentes, introducido las coordenadas y ya nada le quedaba por hacer hasta su llegada al territorio del imperio.

-Bien Toral, aprovechemos el tiempo que tenemos. ¿Qué puedes decirme de los candidatos?

-En primer lugar tenemos a Prang. Es el heredero del clan Retor. Fuerte y astuto.
Después está Lamak. Pertenece al clan Méloj. Es un miembro menor de su clan. Hábil e inteligente.
Ambos son buenos candidatos. Están igualados en la lucha. Los dos son firmes defensores de los métodos de Katar y cualquiera de ellos sacaría adelante la escuela con honor.
Realmente tienes un buen dilema si has de escoger a uno de ellos.

-Bueno, ya veremos que tan complicado es ese dilema cuando les conozca personalmente.

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Solo llevaban unos minutos en la zona neutral cuando aparecieron dos cruceros de batalla que les conminaron a identificarse y a declarar sus intenciones al adentrarse en la zona. Expusieron sus motivos y tras comprobar que sus alegatos eran ciertos, los klingon les concedieron el permiso para internarse en territorio del imperio.

Una de las naves les escoltó hasta el sistema Kronos, según su capitán para asegurarse de que no tuvieran un desagradable encuentro con unos piratas que recorrían la región. Norn sabía que el verdadero motivo era que querían asegurarse de que no tenía motivos ocultos y no hacía alguna parada sospechosa antes de llegar a Kronos.

Finalmente, atracaron en el puerto orbital y se transportaron a la superficie, justo enfrente de la escuela de Katar. Norn sintió un cúmulo de emociones al ver el lugar, nostalgia por el tiempo que pasó allí, alegría por su regreso, tristeza por la muerte de su maestro...

-¿Vas a entrar o te quedarás todo el día ahí fuera?

Norn se volvió al oír la voz familiar.

-¡Malok! Me alegra volver a verte, hermano. Lástima que sea en estas circunstancias.

Los dos hombres se abrazaron con la efusión de dos viejos amigos que se reencuentran tras mucho tiempo.

-Pasa Laurence, nos esperan un par de botellas de vino de sangre, tenemos muchas cosas de que hablar.

-Espero que tus gustos, en cuanto al vino de sangre, hayan mejorado.



III

Las puertas de urgencias se abrieron de repente para dejar paso a unos camilleros empujando una camilla.

-Rápido- dijo uno de ellos- este hombre acaba de sufrir un grave accidente de tráfico.

El doctor Galva se acercó y realizó un rápido examen del paciente.

-Llévenlo a la sala de escaners- dijo. -Debemos verificar las lesiones internas.

Entraron a la sala y pusieron al paciente bajo el ojo electrónico del nuevo escáner médico, un juguetito del que Galva se sentía muy orgulloso ya que era el más moderno que existía en todo el mundo.

Cuando conectaron el aparato una imagen del interior del paciente llenó la pantalla del mismo. Lo que allí vieron les dejó a todos estupefactos.

-¿Qué diablos es todo esto?- exclamó del Dr. Galva.

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Adam Grant despertó y tras el aturdimiento inicial reconoció el lugar donde se encontraba como una habitación de hospital. Intentó levantarse de la cama pero el dolor que recorrió todo su cuerpo le hizo desistir. Su mirada se dirigió a su antebrazo, donde llevaba oculto un dispositivo de localización. Comprobó con disgusto que este había sido retirado.

-¿Busca esto?

Se volvió hacia la entrada de la habitación. El que había pronunciado estas palabras era un hombre de raza lemaciana, de mediana edad, bien vestido que sostenía entre sus dedos el dispositivo que le habían sustraído.
Gran no respondió a la pregunta, intentó recordar como había llegado a esta situación. Llevaba dos meses infiltrado en el planeta Lemac en calidad de observador. Sus habitantes acababan de inventar el motor warp y, como era costumbre, la federación decidió enviar a un observador par que determinase si la población estaba preparada para un primer contacto. El JTK se encontraba cerca del sistema del que formaba parte Lemac y Grant se presentó voluntario para la misión.
Todo iba bien, ya faltaba poco para que viniesen a recogerle, cuando de pronto...un espacio en blanco y despertó en ese lugar.

-Permítame que me presente, mi nombre es Leumas, soy agente de Seguridad Planetaria. -El hombre alzó de nuevo el localizador. -¿Qué es, un arma? No, no parece un arma, apuesto a que es un localizador.

Grant persistió en su silencio pero eso no pareció desanimar al hombre.

-Parece desorientado, es natural, le explicaré lo que ha pasado. Tuvo usted un accidente, un conductor perdió el control de su automóvil y le atropelló. Tiene usted suerte de estar vivo. Lleva tres días aquí.
Cuando le trajeron, el doctor Galva lo sometió a un escáner para comprobar sus daños y ¡vaya si se sorprendió con lo que vio! Veamos: Un solo corazón, pero bastante más grande que la media y con cuatro ventrículos nada menos...le faltan algunos órganos, pero a cambio tiene algunos de redundantes e incluso un par de ellos que aún no estamos seguros de para que sirven, también el número de costillas es anormal...¿Continúo?

-¿Y qué tiene eso de malo? -respondió Grant. -Son anomalías genéticas que padecen todos los varones de mi familia desde hace generaciones.

-¡Vamos señor Grantiel! ¿Es ese su verdadero nombre? No importa. ¿De verdad pretende que me crea ese cuento?

-Pues si, es la verdad.

-Tal vez podría llegar a creérmelo si no fuera por esto -dijo mostrando el localizador. -No, usted no es una anomalía genética.

-¿Entonces qué soy?

-Solo hay una respuesta posible, usted es un alienígena.

-Eso es ridículo, los alienígenas no existen.

-Eso pensábamos también, hasta ahora. Apuesto a que nuestros últimos vuelos interplanetarios han llamado la atención de su gente.

-¿Pero usted se está oyendo? Es una locura.

-¿Qué pretenden señor Grantiel? ¿Invadirnos o exterminar a la posible competencia?

-Está usted loco. ¿Quién va a creerse esa tontería?

-De momento, mis superiores. Voy a darle unos días para que se recupere. Mientras tanto reflexione señor Grantiel. Tal vez para entonces esté más colaborador.

-¿Y si no es así?

-Tenemos métodos para hacer hablar a la gente. Y algunos de ellos no son agradables.

Leumas abandonó la habitación y Grant escuchó como cerraban la puerta con llave. Intentó nuevamente levantarse, pero tuvo que desistir. Se obligó a calmarse, tendría que tener paciencia y esperar a recuperar fuerzas. Después intentaría escapar.

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Después de lo que a Grant le pareció una eternidad entró una enfermera.

-Veo que ya ha despertado. ¿De verdad es usted un alienígena?

-¿Me creería si le dijera que no?

-He visto sus escáneres. Es usted muy raro por dentro. No se que pensar.

-Ese tipo, Leumas, me ha hablado de métodos de interrogación. ¿Qué me puede decir de eso?

-Nada, solo soy una enfermera. Pero le diré una cosa, Seguridad Planetaria no es famosa por la delicadeza de sus métodos. No me gustaría estar en su pellejo.

-Eso no ha sonado muy bien. No es usted muy buena animando a sus pacientes.

-Ande, tómese esto -respondió ella dándole una píldora.

-¿Qué es?

-Tranquilo, solo es un calmante. No le hará ningún daño. Lo ha estado tomando durante tres días por vía intravenosa y no hay efectos secundarios. Parece que no somos tan distintos, aunque esa sangre roja suya da un poco de repelús.

-Ya. No es la primera que me lo dice.

Grant tragó la píldora y poco después estaba durmiendo plácidamente.



IV

-¡Lars...Lars! Despierta dormilona tenemos que irnos.

Mina Lars abrió los ojos aturdida por la voz apremiante. Al principio no reconoció al hombre que la despertaba, pero transcurridos unos segundos recordó ese rostro.

-¿Jorel?

-¿Porqué me miras así? Parece que hayas visto un fantasma.

Miró a su alrededor. Estaba en el interior de una cueva, una multitud se congregaba en el lugar, hombres mujeres y niños, gente de todas las edades. Algunos de ellos aún estaban durmiendo, pero otros estaban en plena actividad, parecían prepararse para un viaje, llenando mochilas o zurrones con viandas, todos ellos portaban armas.

Todos eran bajoranos.

Por fin reconoció el lugar, las cuevas de Lahmar, donde se escondía su grupo durante la ocupación cardasiana.

-¿Qué te pasa muchacha? ¿Te lo has pensado mejor?

Lars miró al hombre. No podía ser él, Jorel había muerto en una incursión que su célula hizo para liberar un campo de prisioneros.

-Esto es una pesadilla.

-Lo es muchacha, pero nosotros acabaremos con ella. Bajor volverá a ser de los bajoranos, ya verás.

Se puso en pie y entonces se percató de los cambios sufridos, Volvía a tener el mismo aspecto que cuando tenía doce años, pequeña, delgada, sucia...Entonces comprendió donde y cuando estaba. Aquel era el primer día que entró en acción, la primera vez que participó en una de las incursiones de la resistencia. Jorel era su líder y no se había apartado de su lado ni un momento mientras duró la acción.

-¿Vienes? -preguntó Jorel.

-¡Claro que si! ¿Donde está mi arma?

Jorel le entregó un fusil de diseño cardasiano casi tan grande como ella. Se lo echó al hombro y empezó a preparar su petate mientras intentaba encontrar una explicación a todo aquello.
Minutos más tarde un pequeño grupo de quince personas abandonaba el refugio, Mina Lars iba con ellos.

Caminaron a través de un bosque, en silencio, para no alertar a una posible patrulla cardasiana. Lars no dejaba de darle vueltas a lo que estaba pasando, la única explicación que se le ocurría era que había atravesado alguna anomalía temporal. Pero también era cierto que era mucha casualidad que una anomalía la transportara justo a ese instante, su primera incursión como miembro activo de la resistencia.

¿Tendría que pasar otra vez por ese horror? La guerra, la pérdida de amigos y familiares, la sangre, el dolor, el miedo... No, no estaba dispuesta a pasar de nuevo por todo eso, buscaría un modo de volver a su realidad, pero mientras tanto...

Se detuvo cuando Jorel, que andaba al frente del grupo levantó una mano, los demás la imitaron. Otro gesto y todos se agacharon. Jorel avanzó en solitario arrastrándose y desapareciendo tras una elevación. Lars intentó parecer preocupada para que los demás no vieran nada sospechoso en su comportamiento, aunque ya sabía que Jorel volvería sin un rasguño.

Jorel regreso tras pocos minutos.

-Era una patrulla -dijo en un susurro. -Ya a pasado de largo. A partir de ahora mantened el máximo silencio, no deben detectarnos hasta que estemos colocados según el plan.

Continuaron caminando hasta que el campamento cardasiano apareció ante sus ojos. El grupo se disperso según el plan preestablecido.

-Mantente a mi lado muchacha, y tal vez puedas volver de una pieza.

Esperaron en su sitio hasta que uno de los vehículos terrestres explotó al ser alcanzado por un obús. Era la señal que estaban esperando, el resto del grupo se lanzó al ataque.

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Esa noche cuando regresaron a las cuevas estaban agotados, pero eufóricos por los daños causados a los cardasianos. El grupo no había sufrido bajas, solo un par de heridos de poca gravedad.

-Te has portado bien muchacha -dijo Jorel mientras le pasaba la mano por la cabeza alborotándole aún más el pelo. -Sigue así y te convertirás en una auténtica heroína.

-No quiero ser una heroína, solo quiero que los malditos cabeza de cuchara se larguen de nuestro planeta.

-Eso el lo que todos queremos, pero para eso necesitamos héroes. Tal vez tú seas uno de ellos.

-Ahora solo quiero echarme a dormir, buenas noches Jorel.

-Buenas noches Lars, que descanses.

Fue al rincón donde tenía sus pocas pertenencias, era raro que recordara tan bien ese detalle, se tumbó sobre su saco y se durmió.

Cuando despertó era ya bien entrada la mañana, la habían dejado dormir. Se levantó y empezó a deambular por el campamento, saludando a viejos conocidos, la mayoría de ellos estarían muertos al final de la ocupación.

-¡Lars!

Se volvió hacia la voz y reconoció a Sela Berel, una chica de su edad que nunca llegó a participar en acciones bélicas. Murió en un ataque de los cardasianos a su campamento.

-Hola Berel.

-Te he guardado algo del desayuno.

-Gracias, tengo mucha hambre.

El desayuno consistía en unas raciones de combate con la consistencia del lodo y completamente insípidas. Las comió con verdadero esfuerzo, cuando acabó la ocupación se juró a si misma que nunca más volvería a comer esa bazofia, pero en estas circunstancias y sin saber cuando podría volver a llevarse algo a la boca, no le quedaba otra.

Cuando acabó salió de la cueva y procurando que no le vieran se alejó del campamento. Se alejó cosa de un kilómetro y cuando se aseguró que estaba sola se sentó al pie de un árbol y dejó que su mirada se perdiese.

-¿Y ahora qué voy a hacer? -se dijo.

¡El Templo de los Profetas! Durante la ocupación, la kai Opaka colaboró con la resistencia desde un refugio oculto. Solo al final se supo que estaba oculta en el templo principal de Lahmar. Si pudiese contactar con Opaka y contarle su caso...quien sabe, quizás consultando uno de los Orbes... Se puso en pie y sin volver la vista atrás se encamino al Templo, dispuesta a ser recibida por la kai fuera como fuera.


V

T'Brell despertó en el lugar más extraño que había visto nunca. Estaba en una habitación vacía, con las paredes y el suelo acolchados, todo de color blanco. Ella estaba vestida con un mono blanco, la única prenda que llevaba encima, ya que estaba descalza.

-¿Hola, hay alguien ahí?

Un silencio absoluto fue su única respuesta.

-¿Qué lugar es este? ¿Porqué me han traído aquí?

Una ventanilla se abrió en una de las paredes por la que se asomó un rostro inequívocamente vulcano.

-Hola T'Brell. ¿Cómo te sientes?

-Una pregunta extraña para un vulcano.

-No, teniendo en cuenta tu enfermedad.

-¿Enfermedad? ¿Quién es usted?

-Soy el Dr. Selak.

-¿Selak, el neurólogo?

-El mismo. ¿Me conoces?

-Leí sus trabajos cuando...

-¿Si?

-¿Por eso estoy aquí? ¿Por mi síndrome del Trelium-D?

-Así es. Vamos a ensayar un tratamiento.

-¿Sin mi consentimiento?

-No estás en condiciones de decidir, estás ofuscada por tus emociones, nosotros arreglaremos eso.

-No hay nada que arreglar. Es mi vida, yo decido como vivirla.

Selak miró a su espalda y se dirigió a otras personas que T'Brell no podía ver.

-¿Lo ven? Típica reacción emocional de los afectados por este síndrome.

Cuando acabó de pronunciar esas palabras cerró la ventanilla dejando a T'Brell aislada. La vulcana se lanzó contra la ventanilla y empezó a golpearla con los puños.

-Sáquenme de aquí. No tienen ningún derecho a retenerme de este modo.

Continuó golpeando y maldiciendo en todas las lenguas que conocía hasta caer agotada obteniendo solo silencio como respuesta. Finalmente se sentó en un rincón de su celda, se obligó a calmarse y empezó a pensar como diablos había acabado en aquella situación. Poco después cayo dormida a causa del gas sedante que le administraron por el conducto de ventilación.

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Abrió los ojos y vio al Dr. Selak frente a ella. Estaba de pie apoyado en la pared de la ventanilla.

-Hola T'Brell. ¿Cómo te sientes?

Otra vez aquella maldita pregunta. Aunque no era realmente la pregunta lo que la irritaba, sino el tono en que aquel hombre la hacía. Un tono que decía claramente:”Soy superior a ti, puedo hacer lo que quiera contigo”.

-¿Cómo quiere que me sienta después de haberme secuestrado?

-¿Secuestrado? Nadie te ha secuestrado. Te hemos traído aquí por tu bien, estás enferma y vamos a curarte.

-¿Dice que no me han secuestrado?¿Y como llama a traerme aquí en contra de mi voluntad?

-Como ya te dije, no estás en condiciones de tomar decisiones.

-¿Y qué hay de Adam? ¿Le han preguntado a él si está de acuerdo con esto?

-¿Tú esposo? Pues claro que está de acuerdo. ¿Quién crees que nos ha pedido que te tratemos?

-¡No, no puedo creer eso!

-Tus emociones desatadas te estaban volviendo impredecible. El empezó a temer por la seguridad de vuestra hija, por eso nos llamó.

-¡Miente! -respondió lanzándose contra Selak, pero cuando iba a golpearle lo atravesó.

-¡Un holograma!

-Claro. ¿No pensarás que iba a encerrarme aquí dentro contigo, verdad? Eres demasiado impredecible.

-¿Qué van a hacerme? ¿En qué consiste ese tratamiento?

-Pronto te traerán la comida, si te portas bien y te lo comes todo, te enviaré un documento donde se explica tu tratamiento, pero si das problemas, me obligarás a castigarte. De ti depende que esto sea fácil o difícil.

El holograma se esfumó y unos segundos después se materializó una bandeja de comida. T'Brell la cogió, se sentó en un rincón y empezó a devorar su contenido. Mientras lo hacía analizó la conversación con el Dr. Selak.
Todo estaba mal allí. La celda de aislamiento, las promesas de premio o castigo... Todo era demasiado primitivo, totalmente impropio de un sistema médico tan avanzado como el vulcano.
Aquello era un engaño. Adam jamás la habría traído a un lugar como este. Aún desconocía los motivos, pero solo podía tratarse de un secuestro y su primer objetivo debía ser escapar de ese lugar.

Un objeto se materializó en la celda, era el documento del que le había hablado Selak (debía recordar no llamarle doctor). Lo cogió y leyó el título. Estaba en lengua vulcana: “Método Selak para el tratamiento del Síndrome de Alteración Emocional en vulcanos a causa de la toxina Trelium-D”. Fue a la primera página y empezó a leer.

Cuando terminó, no podía creer lo que había leído. Todo era una sarta de estupideces que parecían salidas de un centro psiquiátrico anterior a la época de Surak. Ese Selak debía estar loco y se negó a creer que Adam hubiese pedido su internamiento en un lugar así. O le habían engañado o realmente no sabía nada de todo eso. Tenía que escapar y contactar con el exterior antes de que ese loco pusiera en práctica sus métodos con ella.

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Calculó que habían pasado unas seis horas cuando la puerta de la celda se abrió. T'Brell permaneció en el rincón fingiendo estar dormida, vio como entraba una enfermera con un hipoespray, dejó que se acercara y saltó hacia ella dejándola inconsciente de un golpe en la barbilla. Cogió el hipoespray ya que era lo único que podía usar como arma en aquel lugar y salió de la celda.
Se encontró en un largo pasillo con puertas a ambos lados, escogió una dirección y empezó a correr. Poco después encontraba una puerta con una mirilla, observó a través de ella y pudo ver una sala de espera. Deambulando por ella estaban cinco personas, dos con vestimentas médicas, las otras tres usaban monos como el que ella llevaba. Al otro lado de la sala podía verse otra puerta. Decidió que valía la pena el riesgo y cruzando la puerta empezó a atravesar la sala a toda velocidad.

-¡T'Brell! ¿Qué estás haciendo?

Se detuvo en seco al reconocer la voz. Se giró hacia ella y vio a Adam junto a Selak, ambos parecían salir en ese momento de un despacho que no podía verse desde la puerta por la que ella llegó.

-¡Adam! Suerte que has llegado. Sácame de este horrible lugar.

-¡T'Brell! ¿Intentabas escapar? No debes hacer eso cariño.

-¿Pero qué estás diciendo? Tú no puedes estar de acuerdo en que me encierren en este sitio.

-Pues claro que si. ¿Ya no recuerdas que lo hablamos?

-No.

-¿Y tampoco recuerdas que en tu último ataque de ira casi dañas a Alicia?

T'Brell se quedó helada al oír esas palabras. No, no podía ser cierto, jamás habría atacado a su hija, siempre había estado convencida de que la niña le había ayudado a equilibrar sus recién descubiertas emociones.
Miró a su esposo a los ojos, buscando ese calor, ese apoyo que siempre encontraba en ellos y solo vio un vacío. Entonces le golpeó con todas sus fuerzas.

-¡Tú no eres mi esposo!


Fue al fondo de la sala y atravesó la otra puerta a toda velocidad.

 VI

Cuando Ezri Dax despertó todo estaba extrañamente oscuro.

-¡Luces!

La orden verbal no produjo ningún efecto. Buscó a su esposo con la mano pero Julián no estaba allí, en realidad, por lo que pudo notar, no estaba en su cama sino en un camastro individual y bastante duro por cierto. Se puso en pie y andó a tientas hasta que encontró un interruptor, lo pulsó y una puerta se abrió frente a ella. Cruzó al otro lado y ahogó un grito de sorpresa al reconocer el lugar. Estaba en uno de los pasillos de DS9.

-¿Pero qué rayos estoy haciendo aquí y cómo he llegado?

Se puso a recorrer el pasillo, por lo visto, era una sección poco transitada. Mientras andaba meditó sobre la extraña situación en la que se encontraba. Sin duda la habían drogado y llevado hasta allí mientras estaba inconsciente, pero... ¿Quién? ¿Porqué?
Llegó a una intersección y miró los indicadores para saber donde se encontraba. Buscó en sus recuerdos de cuando vivía en ese lugar y recordó que el pasillo en que ahora se encontraba daba a una sección de almacenes.
Decidió esconderse allí hasta encontrar la forma de averiguar algo de todo ese asunto. No podía simplemente presentarse ante las autoridades de la estación, no podía fiarse de nadie hasta saber algo más. Tomó el nuevo pasillo, escogió uno de los almacenes que no estaba sellado y entró. Encontró un buen escondite tras unas cajas que contenían cierres auto-sellados, se acurrucó y empezó a elaborar un plan.

De pronto oyó unas voces que se acercaban por el pasillo, eran un hombre y una mujer.

-Te dije que debíamos atarla. A saber donde estará ahora -dijo el hombre.

-Estaba drogada, no creí que se despertara tan pronto -respondió la mujer. -Además no puede salir de la estación sin que lo sepamos, la encontraremos tarde o temprano.

Había algo extrañamente familiar en la voz de la mujer, estaba segura de haberla oído antes, pero no lograba ubicarla. Escuchó como los dos desconocidos entraban en varios almacenes hasta que finalmente lo hicieron en el que ella se encontraba.

-Tú por ese lado, yo miraré por ahí -dijo el hombre.

Los escuchó moverse de un lado a otro mientras los haces de sus linternas danzaban por las paredes del almacén. Uno de ellos, no estaba segura de cual, pasó muy cerca de ella pero no descubrió su escondite. Pasó un rato así hasta que al final se rindieron y se dirigieron a la salida. Se atrevió a mirar a través de una rendija y en ese momento la linterna del hombre iluminó el rostro de la mujer. Ezri tuvo que hacer un esfuerzo para no emitir un grito de asombro. Ahora sabía porque le sonaba su voz, pero era imposible, empezó a pensar que se había vuelto loca. Había visto ese rostro una infinidad de veces, ante un espejo...
Era el rostro de Jadzia.

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Esperó varias horas después de que Jadzia (o quien diablos fuera esa mujer) y su acompañante se marcharan y se atrevió a salir del almacén. Recorrió varios pasillos hasta que llegó a un sector habitacional, encontró una habitación vacía y entró. Puso en marcha el replicador de la habitación y pidió algo de comida. No se entretuvo en ese lugar, cargó con la comida y volvió al almacén, se escondió en su rincón y se puso a devorar lo que llevaba.

-Se que estás aquí, sal ahora mismo.

Se agazapó aún más en su escondite.

-Cometiste un error al usar ese replicador. Gracias a eso te hemos localizado.

Continuó agachada y en silencio hasta que alguien apartó las cajas tras las que se escondía y le apuntó con un fáser. Era Jadzia. Le hizo un gesto con el arma y Ezri se levantó con las manos en alto.

-Por ahí -dijo Jadzia.

-¿Quién eres? -pregunto mientras avanzaban por los pasillos de la estación.

-¿No es evidente?

-¡Y un cuerno! Tú no eres Jadzia, ella murió en esta misma estación.

-Parece que los rumores sobre mi muerte fueron exagerados.

-Que te zurzan. ¿Quién eres realmente, un clon o alguien modificado quirúrgicamente?

-Te lo creas o no, soy la verdadera Jadzia.

-Vale, admitámoslo. ¿Qué quieres de mi?

-Deberías haberlo adivinado ya.

Ezri se detuvo y se volvió hacia la mujer.

-¡Quieres a Dax!

-Chica lista. Y ahora andando, ya casi hemos llegado.

Jadzia le hizo entrar en un almacén que estaba vacío, a excepción de algunas personas que parecían estar esperándolas.
Reconoció a algunas de ellas y eso hizo que aumentara su asombro. Allí estaban Kira y Odo (¿Cuando había vuelto?), Quark, Garak, Morn y otros a los que no conocía.

-Es hora de que me devuelvas lo que es mio por derecho. Tú, pobre niña, no eres digna de portar a esa noble criatura que habita en tu interior.

-Ya he oído antes esas palabras, el que las pronunciaba estaba loco.

-Es posible, él te habría arrancado a Dax de tu abdomen sin ningún miramiento. Yo voy a darte una oportunidad.

Kira se adelantó llevando dos bat'leth y entregó uno a cada una.

-Esto es una locura. ¿Quién demonios eres? ¿Quienes son esa gente? Los verdaderos no se comportarían de ese modo.

-¡Vamos, espabila pequeña! Ninguno de ellos te consideró jamás una amiga. Te toleraron porque cargas a Dax, pero eso se acabó. ¡En guardia!

-¡Mientes!

-Eres tan inocente, casi lamento tener que matarte. ¡Defiéndete niña!

Ezri levantó su bat'leth dispuesta a defenderse y deseando despertar ya de esa maldita pesadilla.

-No te será tan fácil, eres más rápida, más fuerte, pero yo conozco todos tus trucos Jadzia.

-He aprendido algunos nuevos -respondió alzando su arma y atacando.



VII

Julián Bashir terminó su recorrido por la nave en su propio camarote donde le esperaba su esposa, dormida, como todos los demás. Se obligaba a si mismo a visitarla la última, para que nadie, en un futuro, pudiese acusarle de favoritismo. Pulsó su comunicador.

-Aquí Bashir. ¿Cómo ha ido su ronda Dra. Solís?

-Todo en orden doctor, la tripulación se mantiene estable.

-Bien, duerma un rato, reléveme dentro de seis horas.

-Así lo haré doctor.

Entró en su camarote y se acercó a su esposa que reposaba en su cama. Comprobó sus constantes vitales y vio que seguía estable. Igual que el resto de la tripulación. Todos tenían una salud perfecta, excepto que habían caído en ese inexplicable sueño profundo. Solo él y su ayudante, la Dra. Elena Solís permanecían despiertos. Era extraño, parecía que los causantes de aquella epidemia supieran que ellos dos eran los más preparados para cuidar de los demás.

Pidió algo de comer al replicador y se sentó a la mesa. Mientras comía hizo memoria de como llegaron a esta situación.

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Tres días antes se dirigían al sector B-43 para una misión diplomática cuando Grant anunció:

-Capitán detecto un objeto en nuestro camino, a esta velocidad nos encontraremos con él dentro de siete horas aproximadamente. Tiene aproximadamente el tamaño de nuestra nave. Parece...¡Capitán, es biológico!

-¿Quiere decir que está vivo?

La Rouge se emocionó. Había oído hablar de seres vivos que sobrevivían en el espacio, pero hasta ahora nunca se había encontrado con ninguno.

-Señor Ren, salgamos de warp. Nos acercaremos a ese ser a velocidad de impulso. No queremos dañarlo ni asustarlo. Sr. Norn, que venga al puente nuestra exobióloga, a ver que puede decirnos de ese ser.

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, pudieron ver que no se trataba de un solo ser, sino de un grupo de seres pequeños, del tamaño de un puño. Se movían al unísono, como un banco de peces o una bandada de aves.

-¿Qué opina doctora? ¿Cree que pueden ser inteligentes?

Gal'Adriel, la nueva exobióloga vulcana del JTK arqueó una ceja.

-Dado su pequeño tamaño, es poco probable capitán, pero nunca se sabe. Si me permite capturar un ejemplar yo...

-De momento no doctora. Estúdielos desde la distancia, preferiría no molestarlos.

-Como guste.

En ese momento sucedió algo inesperado. Los seres dieron la vuelta y se dirigieron hacia el JTK. Se movieron a una velocidad inesperada para unos seres vivos, en un par de segundos habían rodeado completamente la nave.

-Capitán, estos seres se están pegando a la nave y están drenando su energía -anunció a través de los altavoces la jefa de ingenieros Mina Lars. -Están obstruyendo las barquillas, tengo que parar los motores o el núcleo warp estallara.

-Hágalo.

-Listo capitán. Han dejado de drenar nuestra energía, pero siguen rodeando el casco.

-¿Dra. Gal'Adriel? Esto parece un comportamiento inteligente. ¿No le parece?

-Es posible, pero también pueden estar actuando por instinto si la energía desprendida por nuestros motores les sirve de alimento.

-Entonces si ponemos en marcha los motores, volverán a drenarnos.

-Es muy posible.

-Y si permanecemos parados, estaremos varados aquí quien sabe cuanto tiempo. Es como un mar de los sargazos.

-Un símil acertado capitán.

-Bien, envíen un mensaje a comandancia explicando nuestra situación y pidiendo ayuda, tal vez otra nave pueda remolcarnos si permanece alejada de esos seres. Otra cosa, Sr Norn...

La Rouge nunca acabó la frase, en ese momento cayó al suelo sin conocimiento. Cuando Bashir accedió al puente y escaneó a la capitán no salía de su asombro.

-¡Fascinante!

-¿Qué le pasa doctor? ¿Es grave? -preguntó Norn.

-Bueno...por lo que veo, no le pasa nada, solo está dormida.

-¿Dormida? Pero...¿Puede despertarla?

-Eso creo -dijo Bashir aplicando un hipoespray al cuello de la capitán.

Esperaron unos segundos pero no pasó nada. En ese momento escucharon un golpe sordo en el puente, se volvieron y vieron al teniente Grant en el suelo. Bashir se acercó y le examinó.

-¿Y bien, doctor? -preguntó Norn.

-Es lo mismo que le pasa a la capitán. Se encuentra perfectamente, solo está dormido.

Poco a poco todos los tripulantes del JTK fueron cayendo en ese extraño sueño profundo. Al principio Bashir hizo que los caídos fuesen llevados a enfermería, pero pronto su número sobrepasó la capacidad de la misma y el doctor ordenó que todos fueran llevados a sus respectivos camarotes.

Ocho horas después de que cayera la capitán, solo quedaban en pie Bashir y Solis y ya llevaban 48 horas en esa situación, así que ya era poco probable que a ellos dos les pasara lo mismo que a los demás. Habían conseguido llevar a todos los tripulantes hasta sus respectivos camarotes y desde entonces habían estado trabajando en descubrir las causas de esa extraña epidemia.
Aunque Bashir sospechaba que los pequeños seres que rodeaban la nave eran los causantes, no podía asegurarlo completamente ni tampoco como y qué les estaban haciendo exactamente a sus compañeros.

El sonido del comunicador le sacó de sus pensamientos.

-Dígame doctora.

-Ya terminé mi turno de descanso, ahora le toca a usted doctor.

-Bien, gracias.

Bashir se tumbó al lado de su esposa y exhausto como estaba, no tardó en quedarse dormido.


VIII

Julián Bashir estaba en la enfermería repasando los últimos escaners que había efectuado a la capitán La Rouge y al comandante Norn cuando recibió un aviso de la computadora.

-Recibida una llamada de la USS Crazy Horse-C.

-Pásela a enfermería.

El monitor de enfermería se encendió mostrando el rostro de un andoriano.

-Capitán Glem, me alegra verle señor.

-¿Doctor Bashir? ¿Donde está la capitán La Rouge?

-Toda la tripulación se encuentra inconsciente señor, solo la doctora Solis y yo permanecemos conscientes.

-¡Por todos los dioses, toda la tripulación! ¿Es grave?

-Su salud es perfecta, solo están...¡dormidos!

-Estaremos en su localización en una hora doctor. Haremos lo que podamos por ayudarles.

-Capitán, mi consejo es que se mantengan ustedes a distancia, esto también podría afectar a su nave.

-No podemos simplemente sentarnos a mirar doctor.

-Lo comprendo, pero de momento la tripulación del JTK no está en peligro. Si la situación varía les avisaré. Les mando mis informes sobre la situación. Que su gente los estudie, tal vez ellos vean algo que a mi se me haya escapado.

-Está bien doctor, si su opinión como médico es esa, nos mantendremos apartados, pero quiero que envíe informes a mi equipo médico cada doce horas.

-Lo haré señor, gracias por venir.

-¿Qué otra cosa podía hacer si no? Seguiremos hablando. Glem fuera.

Cuando la comunicación con el JTK se cerró Glem se puso en pie.

-Comandante, convoque una reunión del estado mayor en treinta minutos.

-Si señor.

Victoria Ramírez, la comandante de Crazy Horse abandonó el puente para prepararlo todo.

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Esther La Rouge despertó pronto, bajó a la cocina y empezó a preparar el desayuno. Huevos, pan tostado, cereales, café recién hecho...pronto el aroma de la cocina inundo la estancia. “Nada de replicadores en casa de los La Rouge” decía su padre. Ella odiaba esa frase de pequeña, pero ahora adoraba la filosofía de su padre respecto a la comida. Devoró literalmente el desayuno, escribió una nota para que la familia no se preocupase por su ausencia y abandonó la casa.
Por suerte, ese era el día libre de la familia, el restaurante permanecería cerrado para que los La Rouge pudieran descansar. Eso le daba la oportunidad de investigar. Entró en la biblioteca pública y se sentó ante un terminal. Una vez más accedió a la información pública de la academia y buscó el anuario de su primer curso. La posibilidad de que hubiese cometido un error la primera vez se esfumó cuando vio las fotografías. Toda su promoción estaba allí, todos menos ella. Accedió entonces al segundo curso y notó otro cambio. Faltaba otro de los alumnos de primero, Alex Armstrong.

Recordó a Armstrong, era un buen estudiante, pero tenía dificultades con la mecánica warp. Sus notas en esa asignatura pusieron en peligro su paso al segundo curso. La Rouge le ayudó con la asignatura y finalmente Alex aprobó y pasó el curso. Pero en esta realidad, ella no estaba para ayudarle, seguramente suspendió y no pudo seguir en la academia. Tuvo una intuición, seguramente sería una estupidez porqué Alex no podía reconocerla en esta realidad, pero la mecánica temporal a veces se comportaba de forma estúpida. Buscó la dirección de Alex y salió de la biblioteca.

Alex vivía en París, en el Barrio Latino. Llegó ante la puerta de la vivienda y tras dudar unos segundos llamó. La puerta se abrió y mostró un sonriente Alex Armstrong.

-Hola Esther, te esperaba.

-¿Me esperabas? ¿Sabes quién soy? ¿Cómo...?

-Entra, te explicaré lo que está sucediendo realmente.

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El estado mayor del Crazy Horse estaba reunido en la sala de juntas. Glem había conseguido reunir una buena tripulación. Junto a él y la Comandante Ramírez se encontraban:

El Teniente-comandante John Twoyoungmen, un descendiente de los apaches americanos, jefe de seguridad y tercero en la cadena de mando.
La Dra. Niara Nangó, exobióloga, jefe del departamento de ciencias.
La Dra. Lenara Tarel, Médico jefe (Trill)
El Consejero Horam (Bencita) y
El Teniente Boren, jefe de ingeniería (Vulcano)


-Supongo que todos han leído el informe del doctor Bashir -dijo. -¿Alguna idea Dra. Nango? ¿Hay en sus archivos algo parecido a lo que nos enfrentamos?


-No es la primera vez que una nave de la federación se encuentra con un ser vivo cuyo hábitat es el espacio, capitán. Pero es la primera vez que nos encontramos con esta especie. No puedo decirle nada de momento, apenas he tenido tiempo de estudiar a esas criaturas.


-Capitán -la voz del teniente Flores, que había quedado al mando del puente, sonó por el comunicador de la sala de juntas. -Siento interrumpir, pero tiene una llamada del JTK.


-Pásela aquí.


La pantalla se ilumino mostrando el rostro de Bashir.


-Capitán Glem, hay novedades. La capitán La Rouge ha despertado.


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La entrada al Templo de los Profetas estaba custodiada por dos vedeks, pero Mina Lars traspasó sus puertas sin que estos la importunaran. Una vez en el interior dudó hacia donde dirigirse, El templo estaba conformado por un gran patio interior rodeado por las edificaciones destinadas a la oración y vivienda de los vedeks residentes. Una mujer vestida con la túnica de vedek se acercó a ella, le sonrió y la tomo de la mano.


-Ven conmigo pequeña -dijo.


Lars se dejó guiar sin hacer preguntas, no sabía donde la llevaba la vedek, pero por algún lugar había de empezar. Entraron en uno de los edificios, recorrieron un largo pasillo y se detuvieron ante una puerta.


-Puedes pasar -dijo la vedek. -Kai Opaka te espera.


Lars no dudó ni un instante, no importaba como la kai sabía que vendría, lo que importaba es que lo sabía y que la recibiría. Cruzó la puerta y allí estaba la kai, sentada en un sencillo taburete de madera. Opaka le señaló otro asiento similar frente a ella.


-Siéntate niña, te explicaré lo que está sucediendo realmente.


IX


Norn estaba en la sala de entrenamiento, sentado en un silla que alguien había colocado al lado del trono que había ocupado Katar como Gran Maestro de la escuela. Frente a él estaban los pretendientes a ese trono, Prang y Lamak.


-Bien maestros, aquí estamos. Sabéis quién soy y cual es mi misión aquí?


-Todos aquí hemos oído hablar de ti maestro. El viejo maestro Katar te tenía en gran estima- dijo Prang.


-Sabemos porqué estás aquí maestro y respetaremos tu decisión, esa fue la última voluntad del maestro Katar -añadió Lamak.


-Bien, para empezar podríamos dejar el tratamiento, tantos maestros me van a dar dolor de cabeza.
Los dos hombres captaron la broma y asintieron.
-Empecemos por vuestras habilidades en la lucha. Quiero que os enfrentéis, sin armas. Recordad que lucháis por este trono, hacedlo de forma honorable.
Ambos hombres le saludaron con una reverencia, luego se pusieron cara a cara y repitieron el saludo antes de empezar a luchar.


Norn les observó atentamente mientras se enfrentaban. Prang era evidentemente más fuerte, pero Lamak compensaba esa desventaja con su mayor agilidad. Ambos eran magníficos luchadores y cuando detuvo la pelea antes de que pudieran hacerse verdadero daño, Norn aún seguía indeciso. Ya los había probado como luchadores, ahora los probaría como hombres.


-Bien, ahora quiero tener una pequeña entrevista con cada uno en solitario. Tú primero Prang.


Lamak se retiró dejándoles solos.


-Dime Prang, ¿porqué debería elegirte a ti para ocupar el puesto de Katar?


-El maestro me consideró digno de ello. Nunca más habrá alguien como él, nunca estaré a su altura, pero creo que puedo continuar su trabajo.


-Sin embargo, también consideró digno a Lamak. ¿Cómo te sentirías si lo escogiera a él?


-Lamak está tan preparado como yo, aceptaría esa decisión y me sentiría feliz por mi amigo.


-Es todo de momento, por favor sal de la sala y di a Lamak que entre.


Las respuestas de Lamak a las mismas preguntas fueron casi idénticas a las de Prang. Norn le despidió y se retiró a meditar. Dos horas después, había tomado una decisión. Convocó nuevamente a los dos candidatos en la sala de entrenamiento.


-Debo deciros que ambos estáis preparados para ocupar ese trono. Comprendo, ahora que os conozco, porque Katar no pudo decidir por uno de vosotros. Me siento orgulloso de llamaros hermanos. Ya he tomado una decisión, pero quiero que sepáis que no la he tomado en base a vuestras cualidades como maestros. Ambos sois igualmente dignos de ese puesto. Por eso, he tenido que encontrar el elemento diferenciador fuera de este gimnasio. Prang, tú eres el heredero de tu clan, algún día serás el cabeza de tú familia. Ese es un honor que conlleva muchas responsabilidades, responsabilidades que podrían distraerte de tus obligaciones como Gran Maestro. Lamak, en cambio, al ser un miembro menor de su clan, nunca se encontrará en esa tesitura. Por eso, y pensando en el bien de la escuela, mi elegido es Lamak.


Norn se levantó e hizo una reverencia a Lamak.


-Gran Maestro, por favor, ocupa tu trono.


Lamak hizo lo que se le pedía y Prang se situó frente a él e imitó la reverencia que le había hecho Norn.


-Gran Maestro, soy tu servidor.


-Lamak, un consejo antes de marchar -dijo Norn. -Escucha los consejos de Prang, deja que él te ayude en la dirección de esta escuela. Es una pena que no pueda haber dos Gran Maestro.


Abandonó la sala dejando solos a los dos klingon y salió al patio.


-Lo has hecho bien Laurence.


Reconoció la voz al instante y se volvió hacia ella consternado.


-¡Maestro Katar!


-Si... y no. Comprendo tu confusión. Acompáñame Laurence, te explicaré lo que está sucediendo realmente.


-------


-Capitán La Rouge, me alegro de verla recuperada.


La Rouge sonrió ante la imagen del andoriano que se reflejaba en la pantalla.


-Gracias Glem. El resto de la tripulación también se va recuperando poco a poco. Lo cierto es que ha sido una experiencia perturbadora.


-¿Entonces han sido esas criaturas las causantes de esa rara epidemia?


-Así es, pero no tenían mala intención, no son malvadas, la verdad es que son como nosotros, exploradores. Lo siento, no puedo explicarle más hasta que toda la tripulación esté despierta y esos seres se hayan marchado. Mientras tanto, permanezca apartado, por favor.


-De acuerdo, pero después de eso tiene que explicármelo todo, con pelos y señales.


-Es un trato. La Rouge fuera.


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Ezri esquivó el ataque de Jadzia y contraatacó con un golpe circular de su bat'leth que erró el blanco por milímetros.


-Te había subestimado niña, eso ha ido de muy poco.


-Acabemos con esto de una vez.


-Estoy de acuerdo niña.


-Y deja de llamarme así -dijo mientras atacaba a su rival.


Jadzia era más fuerte, más rápida, pero Ezri conocía todos sus movimientos y los predecía antes de que su rival los ejecutara y respondía a estos con otros de su propia cosecha que Jadzia no conocía. Tras unos minutos de combate ambas mujeres sangraban superficialmente por varias heridas.


-¡Basta!


Todos los presentes quedaron congelados al oír esa voz.


-¡Sisko!


-Es suficiente por hoy señoras. Todo el mundo fuera, tú no viejo amigo -dijo dirigiéndose a Ezri.


Todos abandonaron el almacén en silencio. Cuando quedaron solos Sisko abrazó a Ezri.


-¿Como te va Dax?


-¡Capitán Sisko! ¿Cuando ha vuelto?


-En realidad no estoy aquí, y tú tampoco.


Sisko sonrió ante la perplejidad que reflejaba el rostro de Ezri.


-Ven conmigo viejo, te explicaré lo que está sucediendo realmente.


X


T'Brell siguió corriendo perseguida por tres guardias de seguridad, de pronto, aparecieron cuatro más frente a ella que le cerraban el paso, giró en una intersección y siguió corriendo. Aquel lugar era inmenso, llevaba quince minutos corriendo y aún no había encontrado la salida. Dos guardias más la interceptaron, pero un par de golpes bien ejecutados le dejaron el camino libre.


Cuando consiguió salir del edificio se encontró en medio de una gran urbe, pero no estaba en vulcano como supuso sino en la Tierra. Siguió corriendo mientras los paseantes se apartaban asustados ante la visión de una vulcana sudorosa corriendo descalza a toda velocidad. Los guardias de seguridad continuaban persiguiéndola y empezó a oír sirenas de la policía acercándose.
Se metió en un callejón y encontró una puerta abierta, seguramente una entrada trasera al edificio. Entró y cerró la puerta. Cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra del interior identificó la estancia como un vestidor de la institución que acababa de abandonar. Varias vestiduras médicas colgaban de unas barras a lo largo de una de las paredes.


“¿Porqué no?” se dijo. “¿A quién se le ocurrirá buscarme en el mismo lugar del que pretendo huir?”
Se vistió con uno de los uniformes y se puso un gorro que le tapaba las orejas y unas zapatillas. Salió de la estancia para encontrarse en un vestíbulo. Se obligó a andar despacio, intentando parecer que realmente tenía que estar allí, finalmente vio un comedor. Entró, pidió algo de comer en un replicador y se sentó en una mesa de un rincón. Comió despacio mientras pensaba en su siguiente paso. Si jugaba bien sus cartas podría pasar unas horas allí, camuflada como estaba y cuando todo estuviera más calmado volvería al vestidor, buscaría ropas de civil y saldría por la puerta trasera. Después vería como contactar con el JTK o con su familia en Vulcano.
De repente alguien se sentó a su lado.


-Un plan muy osado el esconderte aquí dentro -dijo La Rouge.


-¡Capitán!


-Tranquilízate T'Brell -dijo cogiéndole la mano. - Voy a explicarte lo que está sucediendo realmente.


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La enfermera entró en la habitación como cada mañana a la misma hora para darle el calmante.


-Buenos días señor Grantiel. ¿Cómo se encuentra esta mañana?


-Mucho mejor Kalia, gracias a sus cuidados.


Llevaba ya siete días en ese hospital y había recuperado fuerzas, aunque aún sentía dolores por todo el cuerpo. Tras el primer día solo había fingido tomarse los calmantes, cuando se quedaba solo los escupía y los escondía debajo del colchón. No quería estar drogado cuando intentara fugarse. También había fingido estar más débil de como se encontraba realmente.
Leumas le había visitado e interrogado diariamente, pero él se mantuvo en la historia de que no era un alienígena.


Cuando la enfermera se acercó a él para darle la pastilla se incorporó y le agarró la muñeca.


-Siento mucho tener que hacer esto Kalia -dijo mientras daba un puñetazo a la mujer dejándola inconsciente.
Fue hacia la puerta pero estaba cerrada. Echó un vistazo a la habitación en busca de algo que pudiera ayudarle y sus ojos se clavaron en la bandeja de la enfermera. La cogió, se pegó a la pared justo al lado de la puerta y arrojó la bandeja al suelo produciendo un gran estrépito.
La puerta se abrió de golpe y dos hombres entraron a la carrera. Grant salió al pasillo, cerró la puerta de un golpe y empezó a correr.
Los dos hombres de seguridad no tardaron más que unos segundos en abrir la puerta y empezar a perseguirle mientras uno de ellos hablaba por un comunicador. Un par de veces se encontró el camino cortado por más agentes, pero él consiguió esquivarlos tomando algún pasillo lateral pero al final se encontró rodeado y sin vía de escape. No podía dejar que volvieran a atraparle, si eso sucedía podrían drogarle y obligarle a decir la verdad. Solo encontró una salida, se lanzó contra una ventana y la atravesó de un salto.
Fueron dos pisos de caída, pero gracias a su entrenamiento consiguió aterrizar sin más daño que una torcedura de tobillo. Empezaba a levantarse cuando un automóvil se paró justo a su lado. Una de las puertas se abrió y un hombre en su interior le dijo:


-¡Sube rápido!


No se lo pensó dos veces. Aunque desconocía las intenciones de ese tipo, No podían ser peores que las de sus captores. Subió al vehículo y cerró la puerta. El otro hombre arrancó a toda velocidad. Entonces reconoció a su salvador.


-¡Comandante! ¿Como ha dado conmigo?


-Relájate amigo -respondió Norn. -Voy a explicarte lo que está sucediendo realmente.


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Laurence Norn estaba relajándose en el Nivel-10 con una taza de te tamariano, ese sueño había sido perturbador. Cuando se despertó lo primero que hizo fue contactar con su vieja escuela en Kronos. Katar seguía vivo y se alegró mucho por la llamada de su ex-alumno.
-¿Comandante Norn?


Miró a la figura que había interrumpido sus pensamientos. Era una mujer klingon, una auténtica belleza. Llevaba el uniforme de la flota y lucía en su cuello la insignia de subteniente.


-¿En qué puedo ayudarle subteniente...? Perdón, no se su nombre. No la había visto antes.


-Me llamo V'Alizia. Y soy parte de la tripulación del Crazy Horse.


-¿Qué puedo hacer por usted V'Alizia?


-¿Puedo sentarme? Antes de hacerle mi petición me gustaría contarle mi historia.


-Adelante.


-Verá comandante...mis padres tuvieron que huir de Kronos por motivos políticos. Pidieron asilo político en la Tierra y les fue concedido. Yo nací y me crie en la Tierra, siguiendo las costumbres humanas, pero sin olvidar mi herencia klingon. Eso me lleva ante usted.


-No comprendo...


V'Alizia se puso en pie, se llevó un puño al pecho e hizo una reverencia.


-Maestro, le ruego que me acepte como alumna.


Norn no esperaba eso. Se quedó tan sorprendido que estuvo varios segundos sin habla.


-¿Porqué yo? ¿Porqué no vas a Kronos?


-Nadie de mi familia puede volver a Kronos durante diez generaciones. Usted es el único que puede enseñarme el arte del Mok'bara.


-Ya veo...Si me hubieras pedido esto hace cinco días te habría contestado que no acepto alumnos, pero después de la experiencia que he vivido...¿Qué dice Glem de todo esto?


-He hablado con los capitanes Glem y La Rouge, ambos aceptan mi traslado, el JTK necesita un exobotánico y esa es mi especialidad.


-De acuerdo, te acepto como alumna. Puedes trasladar tus pertenencias al JTK. Te espero mañana en el gimnasio a las 600 horas, empezaremos tu entrenamiento enseguida.


-Gracias, maestro. Voy a prepararlo todo.




Epílogo


El capitán Glem y la comandante Ramírez estaban reunidos con la plana mayor del JTK.


-¿Así que esos seres fueron los causantes de sus extraños sueños?


-Si, fueron ellos -respondió La Rouge. -Esos seres forman una inteligencia colectiva y nunca se habían encontrado con seres como nosotros. Nuestras inteligencias individuales despertaron su curiosidad, pero dadas nuestras diferencias no podían comunicarse con nosotros. La mejor manera de conocernos que se les ocurrió fueron hacernos entrar en una especie de coma e inducirnos esos sueños.


-Fascinante, pero...¿Porqué esos sueños tan inquietantes?


-Decidieron que la mejor manera de comprendernos era colocándonos en una situación anómala y ver como reaccionábamos.


-En realidad, -intervino Dax -nos convirtieron en lo contrario de lo que somos.


-No se si la entiendo consejera -dijo Glem.


-Verá...La capitán es alguien habituada al mando, a tomar decisiones importantes que afectan a otra personas. Ellos la convirtieron en su sueño en alguien sin importancia que tenía que acatar las órdenes de otros, sus padres, todo porqué fue incapaz de tomar una decisión importante como fue la de ingresar en la academia.
El comandante Norn es un hombre de acción, habituado a encontrar respuestas rápidas a situaciones violentas o de peligro. En su sueño se vio obligado a afrontar un problema en que la violencia no tenía lugar, solo usando la razón o la lógica encontraría la solución.
Grant es el perfecto soldado, todo lo hace siguiendo las reglas y le convirtieron en un criminal.
Convirtieron a T'Brell en un ser irracional, devolvieron a Mina a un horror al que se juró no volver y a mi me enfrentaron a un miedo que ya creía superado, el de no ser digna de portar a Dax. En cuanto a Julián, no les hizo falta dormirle. Cuidar de todos los demás fue la prueba para él y la Dra. Solis. Los sueños de los demás tripulantes seguían las mismas pautas. Por suerte, no llevaron el juego demasiado lejos y nadie sufrió daño realmente.


-Y luego -añadió Ramírez -simplemente siguieron su camino.


-Antes nos explicaron porque hacían aquello. Todos encontramos en nuestros sueños un amigo o una figura de autoridad que nos dio la explicación necesaria.


-En fin -dijo La Rouge -esperemos que si volvemos a encontrarnos hayan hallado la forma en que la comunicación sea recíproca.


                                                   Fin


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